Épisodes

  • 715. Los eruditos
    Nov 19 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez en una ciudad en medio de la india un congreso sobre la menta El congreso sobre la mente era el evento más esperado del año. Filósofos, psicólogos y neurocientíficos de todas partes del mundo se habían citado en esa ciudad legendaria, famosa por sus bibliotecas y jardines secretos.

    Uno de los trenes que iban a la ciudad del evento salia de el norte de la india y Desde temprano, la estación hervía de actividad: maletines repletos de libros, paraguas negros, murmullos eruditos que parecían conjurar ideas en el aire.

    El tren que los llevaría era un convoy clásico, con vagones verdes y detalles dorados, como salido de otra época. Los eruditos ocuparon un compartimiento exclusivo, con asientos de terciopelo rojo y lámparas de bronce que iluminaban sus rostros pensativos.. El silbato sonó, y el vapor se elevó como un presagio. Afuera, el paisaje otoñal se desplegaba en aquel pais: colinas cubiertas de hojas doradas, ríos serpenteantes y bosques que parecían guardar secretos.

    Apenas se acomodaron el grupo de eruditos comenzaron a entablar una conversación erudita sobre temas eruditos y , comenzó la sinfonía de voces:

    La atención es la llave que abre todas las puertas de la mente —dijo uno, ajustándose las gafas con solemnidad.

    Sin atención, la conciencia se disuelve como humo —añadió otro, golpeando suavemente el brazo del asiento..

    Hay que entrenarla, cultivarla, elevarla hasta lo sublime —sentenció un tercero, con tono casi religioso.

    Y así poco a poco iban discutiendo sobre como la atención era lo que separaba las mentes brillantes de las mentes simples.

    El tren avanzaba con su traqueteo hipnótico. Afuera, la luz del atardecer teñía el mundo de cobre y púrpura. Dentro, el debate se volvía cada vez más apasionado. Citaban filósofos antiguos, experimentos modernos, teorías sobre la percepción. La atmósfera era tan intensa que parecía que el compartimiento vibraba con las ideas.

    Hay que estar tan atentos a todo lo que sucede a nuestro alrededor de manera que ni el vuelo de una mosca pase inadvertido —exclamó uno, levantando el dedo como si dictara una ley universal.

    Pero mientras ellos hablaban, la vía ocultaba un peligro: un tramo corroído por la humedad, invisible bajo la maleza. El maquinista, concentrado, no pudo evitar lo inevitable. Un chirrido metálico rasgó el aire. El convoy tembló, se inclinó, y en un segundo todo se convirtió en caos.

    El tren descarriló con violencia. Los vagones se sacudieron como juguetes, chocando unos contra otros. El compartimiento se llenó de gritos ahogados, maletines volando, cristales estallando. El vagón giró sobre sí mismo, y luego otro golpe, y otro, hasta precipitarse por un barranco profundo. El estruendo se mezclaba con el crujido del hierro retorcido. Finalmente, todo quedó en silencio, roto solo por el goteo de agua y el eco lejano del desastre.

    Dentro del compartimiento, los eruditos yacían amontonados, sus cuerpos entrelazados en una grotesca escultura humana. Algunos con los ojos abiertos, otros con la mirada perdida. Pero lo más insólito era que seguían hablando. Con voz débil, pero firme, continuaban:

    Lo esencial es la atención... la atención plena... —murmuraba uno, con la frente ensangrentada.

    Hay que elevar el umbral de atencion... no distraerse jamás... —susurraba otro, sin notar que su brazo colgaba inerte.

    Ignoraban el accidente. Ignoraban la muerte que los rodeaba. En su obsesión por la atención, no habían percibido lo más evidente: el fin de su propio viaje.

    El sol ya se había ocultado cuando el equipo de rescate llegó al barranco. La no

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  • 714. El ahogado mas hermoso del mundo (Gabriel Garcia Marquez)
    Nov 17 2025

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  • 713. La llave
    Nov 15 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en En el principio de las eras una divinidad que vivía en la inmensidad del silencio en esos tiempos .era luz, era conciencia, pero también sentía el peso de una soledad infinita. No había voces que le respondieran, ni miradas que compartieran su eternidad. Entonces, movido por un deseo puro de compañía, decidió crear seres que pudieran reflejar su esencia y llenar el vacío de su existencia.

    Así nacieron los primeros seres: luminosos, perfectos, plenos de armonía. Durante un tiempo, todo fue gozo. El ser Divino los contemplaba y ellos, en su inocencia, danzaban en la luz. Pero un día, aquellos seres descubrieron algo inesperado: la llave de la felicidad. Era un símbolo, un conocimiento secreto que les mostraba el camino de regreso al origen. Uno tras otro, siguieron ese sendero y se fundieron nuevamente con el Divino, como gotas que vuelven al océano.

    El ser Divino quedó solo otra vez. Una tristeza profunda lo envolvió, porque había creado para compartir, no para perder. Reflexionó largamente. Si volvía a crear, ¿no ocurriría lo mismo? ¿No encontrarían también el camino y lo dejarían en la misma soledad?

    Entonces surgió una idea audaz: crear al ser humano. Pero esta vez debía asegurarse de que la llave de la felicidad no fuera hallada tan fácilmente. Si el hombre la encontraba, todo volvería al punto inicial. ¿Dónde ocultarla? Esa pregunta lo desveló.

    Primero pensó en el fondo del mar, en las regiones más oscuras donde ni la luz penetra. Pero imaginó al hombre, curioso, descendiendo con máquinas y luces hasta lo más profundo. No, allí no estaría segura.

    Luego pensó en una caverna secreta en los Himalayas, entre glaciares y nieblas eternas. Pero también vio al hombre escalando montañas, conquistando cumbres, explorando cada rincón. Tampoco era el lugar.

    Después miró hacia el espacio sideral, hacia los confines donde las estrellas apenas titilan. ¿Y si la escondía allí? Pero el Divino conocía la sed infinita del hombre por descubrir, por viajar más allá de los límites. Algún día, también llegaría allí.

    Pasó la noche en vela, sumido en una meditación sin fin. ¿Dónde ocultar la llave para que el hombre no la busque? ¿Dónde ponerla para que, aun teniéndola cerca, no la vea? Cuando el amanecer comenzó a disipar la bruma, la respuesta surgió como un relámpago:
    “La esconderé dentro del hombre mismo.”

    Allí, en lo más profundo de su ser, donde rara vez mira, donde casi nunca busca. En su corazón, en su conciencia, en ese espacio íntimo que se revela solo cuando deja de mirar afuera. Y así lo hizo: creó al ser humano y colocó en su interior la llave de la felicidad.

    Desde entonces, el hombre la lleva consigo, sin saberlo. La busca en mares, en montañas, en estrellas, sin sospechar que siempre ha estado dentro de él.

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  • 712. Gille Dubh (Leyenda Escocia)
    Nov 12 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez una niña llamada Jessie Macrae Jessie era muy vivaz con una curiosidad sin límites que la llevaba a explorar más allá de los confines de su hogar en las Tierras Altas de Escocia. Sus padres solían advertirle sobre los peligros del bosque, contándole historias de espíritus antiguos y seres misteriosos que habitaban entre los árboles. Pero el espíritu aventurero de Jessie no conocía el miedo.

    Una cálida tarde de verano mientras su padre estaba trabajando en la hacienda de lord Mackenzie y su madre había salido a comprar comida, Jessie decidió adentrarse en los bosques cercanos a Loch Gairloch en busca de bayas silvestres. Con una cesta de mimbre en mano, caminaba alegremente por senderos conocidos, disfrutando de la luz del sol que se filtraba entre las hojas. En aquellos bosques había muchos pájaros y Jessie escucho el sonido de algunos y salió a tratar de observarlos. Caminando finalmente se encontró muy lejos de su casa.

    El eco de las advertencias de sus padres resonaba en su mente mientras la penumbra envolvía el bosque y el sonido de los búhos comenzaba a dominar el paisaje desde lo alto de los arboles. . Jessie intentó regresar, pero cada paso la llevaba más lejos de lo familiar. El miedo se apoderó de ella, y las lágrimas comenzaron a brotar.

    Asustada se sentó y puso su espalda contra el tronco de un árbol y allí se puso a llorar sintiéndose perdida y alejada de sus padres. La luna comenzaba a salir y su luz comenzó a llenar aquel lugar donde Jessie se encontraba. De pronto escucho algunos pasos extranos y Jessie cerro sus ojos esperando que esos pasos se alejaran.

    Entonces, una voz suave como el susurro del viento entre las hojas rompió el silencio. Jessie se giró, sobresaltada, y vio emerger de detrás de un abedul a una figura envuelta en sombras: el Ghillie Dhu, el espíritu del bosque. Su cabello oscuro se confundía con la penumbra, y su cuerpo estaba cubierto de hojas y musgo. Sus padres le había hablado alguna vez de aquel ser del bosque pero ella siempre creyó que era una fantasía. Sin embargo allí estaba junto a ella.

    —¿Por qué lloras, pequeña? —preguntó con voz serena, como el murmullo de un arroyo.

    Jessie, aún temblando, respondió: —Me he perdido. No sé cómo volver a casa antes de que caiga la noche.

    El Ghillie Dhu la miró con ternura. —No temas. Conozco este bosque como la palma de mi mano. Te llevaré a casa.

    Con renovada esperanza, Jessie siguió al espíritu entre los árboles. Él se movía con la gracia de un ser encantado, mientras ella tropezaba tratando de mantener el ritmo. Durante el trayecto, el Ghillie Dhu le contó historias de magia antigua, de secretos escondidos en el corazón del bosque, y de criaturas que solo los puros de corazón podían ver.

    Finalmente, salieron del bosque, y la casa de Jessie se alzaba bajo la luz plateada de la luna. Cuando se volvió para agradecerle, el Ghillie Dhu ya se desvanecía entre las sombras.

    —No me olvides, Jessie Macrae —susurró el viento—. Soy el Ghillie Dhu, guardián de estos bosques. Llámame si alguna vez vuelves a perderte.

    Paso el tiempo y Jessie vio morir a sus padres cuando ya era adulta. Se había encargado de la posada que sus padres tenían a la vera del camino que va entre Gairloch y Poolewe. Un día oyo voces recorriendo el camino frente a la posada y vio como un grupo de cazadores se aproximaban a su posada. Era el lord Mackenzie y un grupo acompañante. Todos estaban hablando de la próxima caceria cuando entraron al lugar pidiendo que se les sirviera bebidas y comida. Era la hora de la comida y todos querían comer algo antes de aventurarse en el bosque,.

    Entre los visitantes algunos estaba

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  • 711. La rana dorada (Leyenda Cuna)
    Nov 11 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en un mundo entre lo que hoy es conocido como el tapon del darien entre Colombia y panama una civilización que vivía en armonía con la selva, los ríos y el mar. Esta sivilizacion eran los indios Cuna. Para ellos todo estaba conectado por un delicado equilibrio que los dioses les habían fabricado. ya que estos habían tejido las relaciones entre los seres humanos con hilos invisibles. Para proteger ese equilibrio, enviaron a una criatura especial: el Anfibio Sagrado, una rana que dorada y que era considerada como un animal magico, con ojos que brillaban como esmeraldas bajo la luna.

    Este ser no era solo guardián de la naturaleza, sino también mensajero entre los mundos. Podía hablar con los árboles, entender el canto de los pájaros y sumergirse en las aguas profundas para conversar con los espíritus del océano. Su presencia aseguraba que las lluvias llegaran a tiempo, que los peces abundaran y que la tierra diera frutos generosos. Además era el mensajero entre los mundo espirituales y el físico. Su veneracion era la clave para obtener prosperidad, fertilidad y buena fortuna.

    Pero con el paso de los años, los humanos comenzaron a olvidar. Dejaron de hacer las ofrendas, ignoraron los cantos sagrados y cazaron y pescaron más de lo necesario. Los ríos se enturbiaron, los animales huyeron y la selva comenzó a marchitarse. El Anfibio Sagrado, consiente de que los hombres habían olvidado su importancia y herido por la indiferencia, se retiró a lo más profundo de la tierra, donde ni los sabios podían alcanzarlo.

    Poco tiempo después se noto el impcato de su ausencia. Al no estará este guardián el mundo comenzó a cambiar y esto trajo sequías, enfermedades y hambre. Los ancianos, desesperados, reunieron a los sabios y chamanes para realizar el Gran Ritual del Recuerdo. Durante siete noches, cantaron, danzaron y ofrecieron objetos sagrados: plumas de guacamayo, semillas de cacao, y agua pura de los manantiales. En la última noche, bajo una luna llena, el Anfibio emergió de una laguna envuelta en niebla.

    Con voz profunda, dijo: "He escuchado su llamado. Pero el equilibrio no se restaura con palabras, sino con actos. Respeten la tierra como a su madre, escuchen a los animales como a sus hermanos, y recuerden que todo lo que toman debe ser devuelto."

    Desde entonces, los Cuna celebran cada año el Ritual del Anfibio, donde niños y ancianos se reúnen para contar esta historia, cantar los cantos antiguos y renovar su compromiso con la naturaleza. Porque saben que mientras el Anfibio Sagrado los observe desde las aguas, el mundo seguirá girando en armonía.

    Por esta razón el pueblo cuna tiene una profunda conexión espiritual con la naturaleza que los rodea y se preocupan por conservar sus tradiciones.

    Desde el año 2010 Panama erigio a la rana dorada como su símbolo nacional y su se ha declarado una especie en via de extinción lo que para los indios cuna habitantes del valle de anton están dedicado a su protección.

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  • 710. La Bufanda de Tilo (Infantil)
    Nov 8 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en algun rincón escondido del mundo, entre montañas azules y nieblas suaves, un valle muy extraño. En este valle nada tenía colores. Todos los colores de las montanas, ríos, bosques y flores habían desaparecido. Los habitantes de aquel valle no recordaban exactamente el momento en que eso había sucedido y menos porque había sucedido. Aquel lugar era muy extraño porque si bien las flores crecían todas eran grises como ceniza. El cielo siempre estaba cubierto por un cortina que no dejaba que el sol brillara y los arboles aunque fuertes y altos no tenían ningun color. Las hojas todas eran simplemente negras. Era un mundo en que todos los tonos eran apagados y tristes

    Como los niños nacidos en aquel paraje nunca habían visto los colores, cuando deseaban dibujar algo simplemente tomaban una pedazo de carbón y con ello pintaban los arboles, los ríos y las flores. Solo unos cuantos ancianos recordaban algunos colores y cuando se reuniand alrededor un un fuelo color blanco contaban historias y leyendas de cuando todo el valle estaba lleno de colores. Todos los niños reian cuando les contaban que el valle antes tenía decenas de colores y que desafortunadamente todos los coleres había escapado cuando una gran tormenta que venia de las montanas había caido sobre ellos por más de 10 anos. Todos pensaban que eso era imposible y que eran simplemente cuentos de los viejos.

    Pero había una anciano que contaba una leyenda más extraña. El decía que en lo alto de la montana más alta vivía un dragón que, y que tenía el poder de devolver los colores al mundo. Todos creían que eso era imposible pero el viejo seguía diciendo

    Cuando yo era joven tuve la oportunidad de subir a esa montana y allí me encontré con este ser mágico llamado Tilo. Y les puedo asegurar que es el ser más fantástico del mundo. Y no es como los dragones de los cuentos que tienen fuego en sus bocas y producen miedo. Tilo es muy diferente el es pequeño, con alas de tela cosidas por las nubes, y escamas suaves como hojas de otoño. Vive en una cueva redonda, llena de madejas de hilo que él mismo creaba cada vez que suspiraba.

    Cuando Tilo se sentía feliz, suspiraba hilos dorados. Cuando soñaba, salían hilos azules. Cuando recordaba algo triste, tejía hilos violetas. Y así, sin saberlo, había creado un arcoíris entero, guardado en cestas de mimbre, esperando ser compartido.

    Se que Tilo no sabía que era especial. Pensaba que todos los dragones tejían colores. Nunca había visto a nadie más. Nunca había salido de su cueva.

    Cuando el alciano contó esta historia una niña llamada Luna, que tenía el corazón lleno de preguntas.le pregunto Y donde están el dragón y porque no les regala los colores si estos están guardados en sus cestas.

    El anciano simplemente le contesto que nadie lo había invitado a bajar al valle.

    Luna era curiosa, valiente y soñadora. Tenía una capa gris con bolsillos secretos, donde guardaba piedras lisas, hojas raras y dibujos que nadie entendía. Un día, decidió que no podía esperar más. Se puso su capa, tomó una mochila con pan, agua y una brújula rota, y comenzó a subir la montaña.

    El camino era empinado, lleno de piedras que parecían susurrar secretos. El viento la empujaba, pero ella seguía. Caminó durante tres días y tres noches, entre niebla, silencio y estrellas, hasta que llegó a la cima.

    Allí encontró la cueva de Tilo, rodeada de flores que, curiosamente, sí tenían color.

    —¿Quién eres tú? —preguntó Tilo, asomando su hocico curioso.

    —Soy Luna, y busco los colores. ¿Tú los tienes?

    Tilo se sonrojó. Nunca nadie le había hablado. Le mostró sus tejidos: bufandas que brillaban como el amanecer, mant

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  • 709. Lara la Sirena del Amazonas (Leyenda)
    Nov 5 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en lo más profundo del Amazonas una joven llamada Lara. Era la mejor guerrera de su tribu: veloz como el jaguar, precisa como el colibrí, silenciosa como la sombra de un árbol. Su padre, el gran chamán, la admiraba más que a nadie, y eso despertó la envidia de sus hermanos quienes no entendían como ella podía ser la favorita si no era tan ágil como ellos.

    Una noche, cuando la selva dormía y los espíritus de las hojas danzaban entre los arboles de la selva, sus hermanos se reunieron fuera de el bohío donde ella dormía y con gran sigilo entraron con cuchillos en sus manos. Pero Lara tenía el oído fino como el de un búho. Y en un instante se despertó y se dispuso a enfrentarlos. Su padre le había ensenado a defenderse y a luchar contra cualquiera y finalmente después de mucho esfuerzo pudo derrotar a cada uno de sus hermanos. Sin embargo sabía que su padre no estaría de acuerdo de que hubiera matado a todos y cada uno de sus posibles descendientes.

    Temiendo el juicio de su padre y el dolor de su tribu, huyó. Su padre había organizado una caceria para poderla castigar pero no la podían encontrar. Lara Corrió por la selva durante días, hasta que llegó al lugar donde el Río Negro se encuentra con el Solimões, donde las aguas no se mezclan, como si guardaran secretos distintos y allí Lara se dio cuenta que no podría cruzar el rio debido a que este estaba muy caudaloso.

    Su padre, herido por la pérdida y la vergüenza, convocó a los espíritus del agua cuando le informaron que su hija estaba atrapada entre los río. Cuando llego alli no hubo juicio ni palabras. Solo un gesto: Ordeno que la arrojaran al rio allí mismo justo en el punto donde los dos gigantes ríos se miran sin tocarse.

    Pero el Amazonas no castiga sin transformar. En aquel momento y oculta a los ojos de su padre que la daba por muerta, Los peces la rodearon, la elevaron, y bajo la luz de la Luna llena, los dioses acuáticos la tocaron con sus cantos. Lara se convirtió en una sirena, de cabello negro como la noche sin estrellas, ojos oscuros como la profundidad del río, y una voz que podía romper el corazón de un jaguar cuando cantaba de dolor.

    Desde entonces, Lara vive en una fuente escondida en medio del bosque, donde el agua canta y las hojas tiemblan. En noches de luna, su canto se eleva como humo sagrado. Nadie entiende sus palabras, porque canta en la lengua de los peces, de los árboles, y de los que ya no caminan sobre la tierra.

    Dicen que su voz es tan bella, tan triste y tan dulce, que los hombres que la escuchan mueren de amor. Y cuando algún insensato es atrapado por la voz melodiosa pierde el juicio hasta el extremo que puede ser arrastrado al fondo del lago, donde Lara lo transforma en sirenos, La versión masculina de una sirena.. Se dice que Lara lo envuelve en su cabello para pierda la razon y que luego lo acariciara por tres días transformanolo en un ser servil que luego poseera carnalmente para finalmente dejarlo partir de regreso a la superficie. Pero ahí comienza el mayor dolor porque los hombres de regreso a la civilización , ya no pueden vivir sin ella… y mueren con el corazón destrozado y la mente perdida.

    Otros mitos dicen que Lara tiene un palacio de cristal bajo el río, donde los marineros desaparecen. Allí, entre corales y raíces, ella los recibe como amantes. Su piel morena brilla como el sol sobre el agua, y sus ojos verdes guardan la memoria de los que se han ido.

    Todos las tribus del borde del amazonas tienen una advertencia para los jóvenes que se aventuran más allá de los predios de sus aldeas. Les dicen que si caminan cerca del

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  • 708. El Rabí y la Rosa
    Nov 3 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un sabio Rabí que vivía en una ciudad de piedra dorada por el sol del mediterraneo, donde las sinagogas cantaban al amanecer y los muros guardaban siglos de plegarias, Este rabi llamado Eliezer era ya casi centenario. y todos lo conocían por su devoción incansable al estudio de la Ley de dios y por algo extraño. Nunca sonreía.

    No había día ni noche para él. Solo páginas, letras, silencios y preguntas. Su mesa estaba siempre encendida con una lámpara de aceite, y sobre ella se apilaban volúmenes antiguos, algunos escritos por sus propios maestros, otros por sabios que ya eran polvo.

    Eliezer no temía a la muerte. Pero tampoco la invitaba. Decía:

    —Mientras haya un versículo que no comprenda del todo, no puedo partir. Mi destino esta ligado al conocimiento y solo podre pasar a otra vida cuando todo se sepa.

    Y así, la muerte lo esperaba. Año tras año ella lo miraba pasar por entre los umbrales, a la vuelta de las esquinas, en las historias de otros que habían partido. Pero el rabí seguía leyendo, escribiendo y preguntando por el conocimiento.

    Cada tarde, su nieta Miriam, una niña de ocho años con trenzas oscuras y voz dulce, venía a visitarlo. Le traía pan fresco, agua con miel, y a veces flores del jardín. El rabí la recibía con ternura, pero nunca dejaba de leer, ella era el mayor consuelo para su larga vida.

    —¿Puedo sentarme contigo, abuelo?

    —Claro, pequeña. Pero no hagas ruido. Las letras escuchan y los libros pueden ofenderse.

    Miriam lo observaba como se observa a un árbol antiguo: con respeto, con curiosidad, con amor.

    Una tarde, mientras Miriam recogía flores en el jardín, vio algo que nunca había visto antes: una rosa perfecta, de pétalos rojos como vino, con un perfume que parecía saltar hacia el firmamento. La flor no estaba allí el día anterior. Había brotado sola, en medio de una piedra y eso la hacia más maravillosa.

    Lo que Miriam no sabía era que la muerte, cansada de esperar, había decidido disfrazarse. Se convirtió en esa rosa, suave, irresistible, y esperó a que la niña la llevara al rabí.

    —¡Abuelo! —dijo Miriam al entrar—. Hoy te traigo algo especial. Una rosa que huele como el cielo.

    Eliezer levantó la vista. Sus ojos, cansados pero brillantes, se posaron en la flor. Realmente era un flor extraordinaria, tenía un color rojo como el más oscuro de los rubies y cada una de sus pétalos tenía un terminar de color negro. La tomó con manos temblorosas, ciertamente su belleza era cautivadora pero su perfume era más atractivo aún, Invitaba a ser experimentado y guardado en la memoria. Así que la acercó a su rostro lentamente … y aspiró.

    El perfume lo envolvió. No era solo aroma: era memoria, era descanso, era eternidad. En ese instante, el rabí vio todo lo que había leído, todo lo que había preguntado, todo lo que había amado. Vio a sus maestros, a sus padres, a los versículos que aún no comprendía… y los entendió. Todo el conocimiento que había explorado y había tratado de encontrar estaba allí en un solo segundo.

    Y todo su cuerpo y su alma se hicieron una . Y finalmente Sonrió. Cerró los ojos. Y se inclinó hacia atrás, como una hoja que cae sin ruido.

    Miriam no lloró de inmediato. El silencio era tan profundo que parecía sagrado. El aire estaba lleno del perfume de la rosa, que ya no era una flor sino un brillo de eternidad.

    Los sabios del pueblo dijeron que el rabí había partido en paz, llevado por la belleza, por la inocencia, por el gesto más puro. Y que su alma había ascendido envuelta en letras doradas, como un pergamino que se enrolla hacia el cielo.

    Dese aquellos dias su nieta Miriam, cada

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