Couverture de #24 Cuánta tierra necesita un hombre - León Tolstói

#24 Cuánta tierra necesita un hombre - León Tolstói

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Hay tanto por leer. Tantas historias. No nos va a alcanzar la vida para leer una fracción de lo que existe. Por eso creo que tenemos que escoger con cuidado qué leer. Al final, cada uno tiene sus gustos e intereses, y cada uno lee lo que mejor le parezca. Personalmente, a mí me gusta leer los clásicos, porque son historias que ya han pasado esa terrible prueba del tiempo. No leo exclusivamente clásicos, pero es lo que normalmente procuro leer. Tampoco soy de los que leen 20 libros por mes ni nada por el estilo. A veces me quedo medio año, o más, pensando en un solo libro, o en un solo personaje. Y no me parece mucho. Desde hace un tiempo tengo la certeza de que no me va alcanzar la vida para leer todo lo que quisiera haber leído. Tal vez sea por eso que la mayoría de las veces elijo gastar, o usar, mejor dicho, mi tiempo leyendo los clásicos, en vez de las novedades.Simplemente es un problema de finitud. La relación costo-beneficio que tienen los clásicos es imbatible. Al menos para mí.Pero bueno, y qué hace que los clásicos sean clásicos? Cuando hice el episodio sobre Don Casmuro, decía que los estudiosos deben tener excelentes explicaciones sobre cómo los clásicos supieron captar los estigmas de su sociedad y cómo rompieron los paradigmas literarios de su tiempo, pero que yo me conformaba con la simple idea de que los clásicos son clásicos por la especial manera que tuvieron de capturar y reflejar la esencia humana.Entre los maestros de la literatura universal, León Tolstói ocupa un lugar único como narrador de las más profundas complejidades del alma. Sus relatos nos muestran la eterna lucha entre el bien y el mal; y la búsqueda, siempre presente, del sentido de la vida frente a la inevitabilidad de la muerte.Nos muestran también, cómo las relaciones humanas pueden ser tanto una fuente de sufrimiento, como de redención, y nos muestran, una y otra vez, el conflicto inmemorial entre las ambiciones terrenales y nuestras aspiraciones morales, éticas, o espirituales.En fin, las historias de Tolstói son un espejo de las pasiones, contradicciones y búsquedas esenciales de la humanidad, presentadas de una forma tan poderosa y con tal sensibilidad, que son de esas historias que probablemente perdurarán por siempre. Hoy quería hablar de uno de sus cuentos: Cuánta tierra necesita un hombre. Ya el título me parece brutal. Cuánta tierra necesita un hombre. Porque de entrada nos conecta con tres cosas antiquísimas y, perdón la redundancia, esenciales, en esta nuestra historia como seres humanos: la primera de estas cosas es la misma tierra, que tal vez sea una de las primeras cosas que el ser humano ha sentido la necesidad de poseer, por lo que su posesión es mucho más simbólica, e íntima, que poseer un auto, por ejemplo. De hecho en muchas mitologías, incluida la cristiana, somos formados primeramente de tierra, justamente, de barro. Y en varias otras mitologías la tierra misma es una deidad. En términos generales quizás no exista posesión más significativa que la de la tierra, por la que se han librado, se libran y se continuarán librando guerras de guerras entre naciones, entre familias y entre hermanos. La segunda de estas cosas, con las que de entrada nos conecta el título, es el concepto mismo de poseer algo. La idea de la propiedad privada, que sin duda debe tener sus orígenes en la agricultura, en el mismo uso de la tierra. Lo que hace más poderosa la conexión.Y la tercera, la avaricia. Uno de los pecados capitales y de las más antiguas y documentadas cualidades humanas. Cuánta tierra necesita un hombre. Y saliendonos un poco del significado literal de la palabra tierra, en el título y en la historia, obviamente la tierra juega el papal de cualquier posesión. En otra palabras: Cuánto necesita un hombre. Infelizmente, la respuesta la sabemos todos antes de comenzar a leer: más. Siempre más.En su juventud Tolstóii compró unas tierras en lo que hoy sería Rusia central, de una tribu nómada, los baskires, y esta terminó siendo la mejor inversión de su vida. Pero más adelante, Tolstói sufre una profunda crisis y transformación existencial. Uno de los resultados de ese proceso fueron sus posturas en contra de la propiedad privada y la herencia, por ejemplo. Se termina convirtiendo en un anarquista cristiano y se reprocha a sí mismo la compra de esas tierras, por haber aportado de ese modo a un sistema que él ahora despreciaba, y se reprocha a sí mismo habérselas dado a sus hijos, porque pensaba que así les había causado un enorme daño.En esa etapa, incluso teniendo aparentemente todo: era un conde aristócrata y rico, tenía una familia, y ya había alcanzado el más grande éxito literario y la admiración universal con sus libros Guerra y Paz y Ana Karenina. Pero a pesar de todo eso, sentía un gran vacío y una enorme desilusión. Encontraba su vida carente de significado, a pesar de haber logrado ...
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