
686. El Umbral
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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Había una vez hombre llamado Elias que siempre habia vivido de acuerdo a lo que la vida esperaba de el. Pero el no sabía si había vivido de acuerdo a lo que el había esperado de la vida. Y ahora Elias estaba muriendo. Realmente Elias agradecia de que sus momentos finales no fueran dramáticos, que simplemente se fuera apagando lentamente como quien apaga lentamente una lámpara al final de una larga noche. Había vivido mucho, amado bien, y claramente había cometido suficientes errores como para llenar horas y horas de confesionario en la iglesia a la que solía asistir. Ahora, en su lecho de muerte, no pensaba en arrepentimientos ya que era tarde, pensaba más bien en los destinos que tendría.
Frente a él en aquellos momentos finales , dos puertas flotaban en el aire. Una estaba hecha de nubes suaves con un marco dorado y de ella salia una briza que olía a jazmín. Sobre la puerta un letrero que decía Cielo: Clima perfecto, silencio eterno.
La otra, de hierro forjado, tenía llamas que bailaban como si tuvieran vida propia y desde la cual salia un olorcillo como a azufre. Sobre ella en letra más o menos burdas un letrero con la siguiente inscripción : Infierno: Clima complicado, risas garantizadas.
Elías que había sido católico desde niño frunció el ceño y costernado ijo . “¿Y si quiero un poco de ambos?”,
En ese preciso momento Apareció entonces un ser vistiendo una túnica gris que por su apariencia no era ángel ni tampoco un demonio era indescifrable. Se prenento a Elias con mucha cortesia y le dijo. Mi nombre es hiatus y estoy aquí para ayudarte a tomar la decisión de cual umbral quieres cruzar. Tenemos muchos indecisos siempre.
Dime porque tienes esa cara de no saber hacia donde coger.
Elias dijo —El cielo tiene buen clima, pero creo que todos allá quieren ser virtuosos permanentemente lo que creo que los hace un poco serios y poco dado a divertirse. Y yo creo haber tenido suficiente de tratar de ser como otros en la vida de la que vengo.
Esta bien… dijo hiatus. Te entiendo pero debes decidir lo antes posible.
Por su parte El infierno… bueno, he oído que los poetas, los músicos malditos, los humoristas y y los filósofos que preguntaban demasiado están todos allí ya que poco se preocuparon por que esperaban los otros de ellos
Hiatus sonrió mientras una expresión de impaciencia crecía en el.
—Bueno ¿Y qué buscas tú, Elías?
—La verdad yo quisiera tener una buena conversación por toda la eternidad. Ahh Y café. Si hay café en alguno de los dos, me inclino por ese.
Hiatus sorprendido por la respuesta tomo a Elias de la mano y lo condujo a un lugar que no aparecía en los mapas celestiales ni en los registros infernales: Allí sobre una pequeña puerta de madera oscura estaba un aviso que decía .La Cafetería del Umbral. Allí, entre mesas y tazas, se reunían los que aún no habían decidido aún el camino. En una esquina, Dante discutía con Nietzsche sobre el sentido del castigo. En otra, Dali y Picaso pintaban retratos de almas que aún no sabían quiénes eran y ciertamente las imágenes hacían honor a su fama de pintores y del alma de los retratados.
Elías pidió un café oscuro, sin azúcar. Lo bebió lentamente, mientras observaba que a su alrededor estaban todos contando sus historias particulares. Aquellos que habían amado demasiado, los que habían odiado con intensidad pero se arrepentían de haberlo hecho, los que habían vivido con curiosidad y que ahora se dedicaban a contar cuentos a los que los querían oír. En fin había mucha gente que no se decidían.
Al final, cuando hiatus volvió a preguntarle , Elías respondió:
—No quiero elegir. Quiero quedarme

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