Couverture de Lecturas y fonemas

Lecturas y fonemas

Lecturas y fonemas

De : Iris Arellanes
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    Épisodes
    • Me caigo y me levanto - Julio Cortázar
      Mar 9 2024

      Nadie puede dudar de que las cosas recaen. Un señor se enferma, y de golpe un miércoles recae. Un lápiz en la mesa recae seguido. Las mujeres, cómo recaen. Teóricamente a nada o a nadie se le ocurría recaer pero lo mismo está sujeto, sobre todo porque recae sin conciencia, recae como si nunca antes. Un jazmín, para dar un ejemplo perfumado. A esa blancura, ¿de dónde le viene su penosa amistad con el amarillo? El mero permanecer es recaída: el jazmín, entonces. Y no hablemos de las palabras, esas recayentes deplorables, ni de los buñuelos fríos, que son la recaída clavada.

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      5 min
    • Soñar no cuesta nada - Claudio Bertoni
      Aug 30 2023

      Soñar no cuesta nada

      "Siempre miraba en la puerta
      en el suelo a la entrada
      por si había algún papelito
      por si se te había ocurrido pasar
      por si habías sentido la necesidad de pasar
      y siempre que volvía de Viña
      tenía el sueño de encontrarte ahí
      sentada en la puerta
      sentada en la escalera
      y siempre te saludaba
      y así me aliviaba,
      en una ínfima medida me aliviaba.

      también cuando los perros ladraban mucho
      pensaba que eras tú
      que podías ser tú
      porque así le ladran los perros a las personas que no conocen
      y el viento en las ramas del damasco
      y en las hojas
      y el viento en las plantas
      también eras tú
      también podías ser tú
      y los perritos que vienen a pedir cáscaras de queso
      también podías ser tú
      pero nunca fuiste tú

      nunca en ninguno de estos casos fuiste tú
      siempre fue el viento
      y los perritos
      y los pasos de otras personas
      y los ladridos para otras personas
      y ya no te confundo con los pies de los perritos
      y ya no te confundo con el viento entre las ramas
      y ya no te confundo con el viento entre las hojas
      y ya no te confundo con el viento entre las plantas
      y ya no te confundo conmigo
      y ya no me confundo contigo
      y ya no nos confundo a los dos. "

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      1 min
    • Quieta - Leila Guerriero
      Aug 30 2023

      Así que, cuando nada salva, en ese lugar donde siempre estoy sola y son las tres de la mañana, no busco alivio. Tan sólo recuerdo aquella tarde y hago lo que dijo mi padre: contemplo al enemigo y me quedo quieta. Después, como todo el mundo, sobrevivo.
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      Quieta
      He pensado a menudo en esta escena; un atardecer de cuando yo empezaba a ser adolescente y estaba en mi dormitorio apenada por, supongo, algún novio, mi padre entró, se sentó a mi lado y me dijo que todo lo que tenía que hacer para dejar de estar triste era pensar, una por una, en todas las escenas que me habían provocado esa tristeza. Que repasara el dolor, una y otra vez, hasta gastarlo: «Hasta que, cuando pienses en eso, ya no te produzca nada», dijo. Después se levantó y se fue. ¿Pudo haberme aniquilado? Pudo. Me dio, en cambio, templanza y voluntad de sobreviviente. Hay un poema, llamado «Desiderata», del poeta chileno Claudio Bertoni, que dice: «Piensas que despertar te va a aliviar / y no te alivia / piensas que dormir te va a aliviar / y no te alivia / piensas que el desayuno te va a aliviar / y no te alivia / piensas que el pensamiento te va a aliviar / y no te alivia / piensas que hacer un trámite te va a aliviar / y no te alivia / […] / piensas que el sol te va a aliviar / y no te alivia / piensas que llover te va a aliviar / y no te alivia / piensas que conversar te va a aliviar / y no te alivia / piensas que oír las noticias te va a aliviar / y no te alivia / […] / piensas que el tiempo te va a aliviar / y no te alivia». El dolor es el dios que a menudo nos convoca. Cuando toca caminar en medio de un valle de sombra de muerte, cuando no está claro qué parte de mí soy yo o el monstruo que me habita, sé —lo sé— que nada alivia. Ni despertar ni dormir ni tomar desayuno ni pensar ni hacer un trámite ni el sol ni la lluvia ni hablar ni quedarse muda. Así que, cuando nada salva, en ese lugar donde siempre estoy sola y son las tres de la mañana, no busco alivio. Tan sólo recuerdo aquella tarde y hago lo que dijo mi padre: contemplo al enemigo y me quedo quieta. Después, como todo el mundo, sobrevivo.
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      Este texto fue publicado por primera vez en el periódico "el País", en la columna semanal de Guerriero, posteriormente publicado en su libro "Teoría de la gravedad" que recoge algunos textos de ella.

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      2 min
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